miércoles, 22 de febrero de 2012

Reflexión 1


Estando de Erasmus en la Université de Liège, en clase de francés el profesor propuso un debate acerca de distintos temas, uno de ellos la adopción por parte de parejas homosexuales, y los alumnos debíamos posicionarnos a favor o en contra y dar argumentos que respaldaran nuestra postura.

Algunos se posicionaron en contra y otros los hicieron a favor, hasta aquí todo normal. En el momento de presentar las razones de la postura escogida aquellos alumnos que estaban en contra presentaron variados argumentos y todos ellos bastante sensatos, algunos hablaban sobre la influencia que los padres tienen en la educación y posiblemente en la orientación sexual de sus hijos, otros aludían al célebre complejo de Edipo de Freud, alguien comentaba el cambio a nivel socioeducativo que eso conllevaría difuminando los marcos de referencia en educación. Todos ellos, sin manifestarse ideológicamente en contra de la adopción por parte de parejas del mismo sexo, sí pedían un debate y una reflexión más amplia acerca del tema, por lo tanto eran un público fácilmente susceptible de cambiar de opinión si los argumentos de quienes estaban a favor eran lo suficientemente convincentes, cosa que ya anticipo no fue así.


Los argumentos de estos segundos (los que se posicionaron a favor) se podrían reunir bajo la premisa de “no discriminación”, y en ningún caso consiguieron hacer cambiar de opinión, ni aunque fuera ligeramente a los primeros que, recordemos, no estaban rotundamente en contra de la adopción por parte de parejas homosexuales tan sólo demandaban un debate más profundo antes de tomar esa decisión.

Esta anécdota me hizo reflexionar sobre cómo argumentos de lo más pueriles se convierten en legítimos porque respaldan una postura considerada buena moralmente. Recuerdo como me impactó una frase que Tomás Pollán, filósofo y antropólogo, pronunció en el programa de la 2 “Pienso, luego existo” dedicado al también filósofo Javier Sádaba; Pollán cuenta que en conversaciones con este último ambos coincidían en la opinión que: «la democracia, por ejemplo, es una forma de organización política no es una virtud moral. Hoy en día si alguien dice que no es demócrata ya puede a continuación hacer las consideraciones más sensatas que no se le hace caso, en cambio uno dice que es demócrata (es decir, es bueno) que ya puede decir las mayores estupideces y tonterías que se le escucha con mucha atención». La frase me impactó por su sencillez y a la vez por la profunda verdad que emana de la misma.

Cabe decir que uno de los mayores logros de posturas como: progresista, demócrata, tolerante, ecologista, antitaurino, etc, es haber conseguido que se las perciba como las posturas moralmente deseables en una sociedad cada vez menos predispuesta al debate crítico.

Es curioso el modo en que ciertas actitudes se convierten, por un extraño proceso que las tiñe de una valoración moral del todo absurda, en las actitudes deseadas y deseables por nuestra sociedad y por lo tanto aplaudidas y premiadas con la atención y consideración de quienes escuchan a aquellos que se definen bajo los términos de tales actitudes.

Cabe decir que uno de los mayores logros de posturas como: progresista, demócrata, tolerante, ecologista, antitaurino, etc, es haber conseguido que se las perciba como las posturas moralmente deseables en una sociedad cada vez menos predispuesta al debate crítico. Podemos estar de acuerdo o no con tales posturas (quizás incluso podríamos aceptar que algunas de ellas son legítimas por la misma causa que defienden) pero ello no conlleva la aceptación ciega de aquello que proponen, y menos aún el menosprecio de argumentos adscritos a posturas contrarias.

2 comentarios:

  1. Me parece muy interesante la reflexión Marc. Si te presentas con unas ideas mal vistas por la sociedad en la que vives, directamente no se te hace caso, ni se te escucha, se te aparta y se te ve como "esa persona que no sabe lo que dice". En cambio si mientes diciendo que tienes las ideas que se suponen "correctas", aunque no las tengas, es mas fácil influenciar en la gente, generar debate y en contadas ocasiones conseguir que acaben compartiendo tu punto de vista.
    Eric

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    1. Totalmente de acuerdo!!! Y que acaben compartiendo tu punto de vista legitima ese mismo punto de vista. Aunque sólo pretendo aquí hacer una reflexión crítica de todo esto, pero demos gracias a que somos una democracia, con sus defectos pero democracia al fin y al cabo.
      Gracias por tu comentario Eric.

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