La
irrupción de las disciplinas englobadas bajo el nombre de neurociencia ha
causado un profundo impacto no sólo en el mundo académico y de investigación
sino también en la cultura popular. Los descubrimientos que aportan acerca del
funcionamiento del cerebro no se limitan al campo de los especialistas sino que
se dirigen a transformar la manera cómo concebimos la condición humana. Golpean
con fuerza en campos como el amor, la moral, la política, la felicidad, la toma
de decisiones, etc. En este último campo inundan de incertidumbre la capacidad
del individuo para decidir. Ya no se trata de que las condiciones en las que
tomamos decisiones sean inciertas e inseguras sino que la inseguridad reside en
el mismo sujeto que decide y en el grado de conciencia que tiene ese proceso de
decisión.
La
neurociencia reabre el debate acerca del determinismo y el libre albedrío
centrándolo en un plano intrapsíquico. No se trata de si el individuo decide de
forma libre y voluntaria, sin presiones o coacciones externas, sino de si ese
individuo es capaz de tomar una decisión de forma plenamente consciente, de si
en una situación en la que goza de total libertad para actuar puede hacerlo conscientemente.
La neurociencia propone que la incertidumbre no termine en el momento en que
tomo una decisión “libremente”: ¿Podría haber actuado de un modo distinto?
¿Están mis actos en mis manos? O por el contrario ¿existen una serie de
variables que actúan de forma inconsciente y me empujan a tomar una decisión de
modo que no podría haber tomado otra distinta?
Parece
que no es pretensión de la neurociencia dilapidar el debate antiquísimo sobre
la voluntad libre, es difícil definir el concepto de libre albedrío de un modo que
permita la constatación empírica del mismo y los neurocientíficos no están
dispuestos a investigar ambigüedades poco positivistas. Aún así y más allá de
los numerosos matices que tienen las investigaciones realizadas bajo el
paradigma de la neurociencia y de la dificultad que su comprensión conlleva por
parte de aquellos no expertos en la materia, los titulares que nos brindan son
claros: “No somos plenamente conscientes de las decisiones que tomamos”, “las
decisiones son en gran parte inconscientes”, “no sabemos cómo ni por qué
decidimos”, etc.
El experimento de Libet
Una
de las aportaciones que más ha contribuido a la discusión y replanteamiento del
grado de libertad en nuestra toma de decisiones es el célebre experimento del
neurólogo estadounidense Benjamin Libet. En los años 70 Libet inicia un
experimento, apoyándose en los trabajos de dos neurólogos alemanes, Kornhuber y
Deecke y en el concepto, acuñado por estos, de «potencial de disposición» que
se refiere a un cambio eléctrico en determinadas áreas del cerebro que precede
a una acción futura. En el experimento se pedía a los sujetos que realizaran
acciones simples como mover un dedo en el momento en que quisieran. La opinión
común defendería que en el momento en que el sujeto decide conscientemente
mover un dedo, se inician las órdenes en el cerebro para cumplir tal cometido.
Pero lo que mostró el experimento es que en el cerebro se produce una carga
eléctrica, el mencionado «potencial de disposición» que sucede unos
milisegundos antes de que el sujeto sea consciente de su intención de iniciar
la acción. Estos resultados vendrían a defender que el cerebro inicia los actos
para realizar tal acción antes de que el sujeto haya incluso decidido de forma
consciente realizar tal acción, lo cual podría dejar en entredicho el concepto
del libre albedrío, o al menos una forma de entender ese concepto. No obstante,
Libet defiende la existencia de lo que él llama un «veto» que sería la
capacidad de la conciencia para impedir o bloquear un acto iniciado por el
cerebro.
El
experimento de Libet es replicado por otros más recientes, en la Universidad de
Berlín, John Dylan Haynes ha realizado experimentos en el mismo sentido. En
este caso, Haynes pidió a los sujetos que decidieran pulsar un botón a su
derecha o a su izquierda, y los resultados muestran que el lapso de tiempo
entre el inicio de la actividad cerebral y la consciencia subjetiva de realizar
la acción no es de unos milisegundos sino que está ¡¡¡¡entre los 5 y 10 segundos!!!! Además Haynes afirma que mientras que 10 segundos antes podemos observar
actividad cerebral, 5 segundos antes de poner en marcha la consciencia el
cerebro ya habría tomado la decisión de pulsar uno u otro botón.
Parecería
entonces que el papel de la consciencia se reserva al de justificación a
posteriori de las decisiones que toma el cerebro. En palabras del
neurocientífico indio Vilanayur S. Ramachandran: «es casi como si nuestro
cerebro fuera el verdadero responsable y nuestro “libre albedrío” fuera una
racionalización post-hoc»
Los
experimentos de los neurocientíficos Petter Johansson y Lars Hall van en la
dirección de mostrarnos lo inexpertos que somos al tomar decisiones y lo buenos
que somos al engañarnos a nosotros mismos justificando las decisiones que
tomamos. En este caso sus experimentos destacan por su sencillez. En uno
muestran dos fotografías de caras y piden al sujeto que escoja una de las dos
para luego, y sin que el sujeto se dé cuenta, cambiarla por la otra y pedir que
justifique su elección. En un alto porcentaje los sujetos no perciben el cambio
y acaban justificando una elección que no habían hecho. Otro experimento sigue
la misma lógica, pero en este caso proponen una afirmación como “Una acción
militar nunca está bien si mueren inocentes” y piden al sujeto que muestre su
grado de acuerdo en una escala del 1 al 7.
Posteriormente hacen creer al sujeto que su respuesta fue la
proporcionalmente inversa a la que dio en realidad y le piden que la
justifique, en este caso el porcentaje de gente que justifica su respuesta sin
percibir el cambio es menor que en el de las fotografías pero aún así es
sorprendente.
Redes: Las decisiones son inconscientes - Con John Dylan Haynes
<< ¿Somos libres cuando decidimos? ¿Qué margen tiene
el libre albedrío ahora que la neurociencia comienza a desvelar el gran poder
del inconsciente? Ya hay máquinas para ver cómo decide el cerebro y los
primeros resultados muestran que, antes de entrar en la conciencia, muchas
decisiones ya están tomadas por complejas redes cerebrales>>
La
discusión está abierta y parece que durará tiempo. Aunque no sea voluntad de
los neurocientíficos cuestionar el libre albedrío será inevitable que
constantemente se recurra a ello. Lo que sí es innegable es la
importancia que tiene el inconsciente en el proceso de toma de decisiones y la
incertidumbre con la que el sujeto actual debe afrontar ese proceso. La neurocienca ha
llegado pisando fuerte y ha llegado para quedarse durante mucho tiempo. Aquellos
que son recelosos por naturaleza pueden pensar que este tipo de informaciones
están perfectamente meditadas. Se cuenta la anécdota que la Canciller alemana
Angela Merkel en la celebración de su cincuenta cumpleaños invitó a dar una
charla al neurocientífico Wolf Singer quien afirmó que el «hombre no posee una
voluntad libre, en realidad es conducido por neuronas. El hombre ya está
determinado en sus decisiones entre el bien y el mal». Días después se
comentaba con sarcasmo que, en Alemania, los políticos estaban contentos, no
fueron sus antepasados alemanes quienes mataron a millones de judíos sino sus
neuronas. ¿Aquellos codiciosos que nos llevaron a la actual crisis económica
son responsables de sus actos? ¿Podemos pedirles responsabilidades por los
abusos que cometieron, o debemos pedirlas a sus neuronas? ¿Quizás los
resultados neurocientíficos sean la mejor coartada moral para las impunes
élites que gobiernan el mundo?
Redes: Sabemos que no sabemos lo que decidimos - Con Aldo Rustichini.
Es interesante su reflexión acerca
de que una de las posibles hipótesis que podría explicar, en parte, las causas
de la crisis económica, es la elevada concentración de testosterona en los traders varones, lo que
les lleva a tomar decisiones más arriesgadas. Y la proposición de algunas
personas de incluir a más mujeres en los mercados bursátiles para volverlos más
estables.
Redes: Sabemos que no sabemos lo que decidimos - Con Aldo Rustichini.
Es interesante su reflexión acerca
de que una de las posibles hipótesis que podría explicar, en parte, las causas
de la crisis económica, es la elevada concentración de testosterona en los traders varones, lo que
les lleva a tomar decisiones más arriesgadas. Y la proposición de algunas
personas de incluir a más mujeres en los mercados bursátiles para volverlos más
estables.
<< ¿Somos conscientes de todos los factores que nos
influyen a la hora de tomar una decisión? Al igual que muchos economistas,
solemos pensar que nuestras decisiones están basadas en razonamientos fríos y
calculadores, pero no podríamos estar más equivocados. En este capítulo de
Redes, el neuroeconomista de la Universidad de Cambridge, Aldo Rustichini, le
explica a Punset que el 90% de nuestras decisiones son inconscientes y que esto
no es motivo de alarma. La mayor parte de estas elecciones están basadas en un
proceso muy ingenioso y sofisticado que garantiza un análisis preciso y
racional, a pesar de ser inconsciente>>
Marc.
[sigue en la 2ª parte http://meditacionespsicosoficas.blogspot.com.es/2012/04/que-quiere-vendernos-la-neurociencia.html ] El debate entre el determinismo neurocientífico y el concepto de plasticidad cerebral.
[sigue en la 2ª parte http://meditacionespsicosoficas.blogspot.com.es/2012/04/que-quiere-vendernos-la-neurociencia.html ] El debate entre el determinismo neurocientífico y el concepto de plasticidad cerebral.
http://www.unav.es/cryf/libet.html
ResponderEliminarArtículo
Tiempo, conciencia y libertad: consideraciones en torno a los experimentos de B. Libet y colaboradores
de la Universidad de Navarra
Interesante reflexión des de la filosofia sobre los resultados del paradigma de Libet, sobretodo por lo que respecta a la concepción de libertad.